Fuente:
Dpto. Técnico igK
9 Junio 2015
Regar con rigor (I)
Un adecuado riego del césped es la decisión agronómica diaria más difícil y comprometida para el Greenkeeper.
El agua supone del 80 al 85 % del peso de la planta. Regar, suplementar agua, es necesario para mantener la calidad de la superficie de césped a lo largo del año en la mayoría de las zonas. Unas buenas prácticas de riego son esenciales para ofrecer las mejores condiciones de juego en las superficies deportivas, en términos de firmeza, velocidad y uniformidad de la superficie, y densidad del césped.
El sistema de riego debe ser eficiente, preciso, y para ello debe estar correctamente diseñado, instalado y usado profesionalmente, programado de forma meticulosa. Es complejo y supone un alto coste de inversión. En el proyecto de un sistema de riego debemos conocer de entrada tres aspectos fundamentales: las fuentes de agua y nuestra capacidad de almacenaje, la calidad del agua, y el Balance Hídrico para nuestras especies cespitosas. A partir de aquí, podremos empezar a pensar en regar con rigor durante el mantenimiento.
Casi la totalidad de los campos en el mundo utilizan sistemas de riego por aspersión. Los diseños son muy variados, podemos encontrar campos de golf con 600 aspersores, los hay que llegan a 1600, e incluso los más sofisticados pueden llegar hasta 4000 aspersores. El sistema necesita presión, el agua circula a través de tuberías de Polietileno o PVC normalmente, y se distribuye a través de los aspersores colocados en el suelo, más o menos pulverizada en forma de gotas, con el efecto de lluvia.
Muchos de estos sistemas son totalmente automáticos y asociados a un programa informático. De esta manera, podemos aplicar diferentes dosis de riego a cada zona del campo a través del software, desde el que controlamos la activación de cada válvula y el tiempo de riego.
La metodología más habitual para la disposición de los aspersores es la triangulación, con un arco que de agua que va de aspersor a aspersor para garantizar una buena cobertura en cada zona del campo. Desde cada aspersor podemos variar también el caudal y la longitud del arco sustituyendo las boquillas.
Todo está dirigido a un uso eficiente del agua. Un tema de debate en el riego es si los sensores de humedad del suelo o el uso de una estación meteorológica deben ser utilizados como la principal fuente de información para enfocar la programación del riego. La respuesta es simple, deberíamos usar ambos, ya que son complementarios.
La determinación diaria de las necesidades de riego se puede realizar a través de la medida de la evapotranspiración(ET) expresada en mm por unidad de tiempo (mm/día = l/m2 y día), que nos indica el volumen de agua que se pierde del perfil del suelo. Su estimación es de vital importancia a la hora de programar el riego. Los factores que afectan a la ET incluyen la temperatura, la duración del día (horas de insolación), la humedad relativa, el viento y la disponibilidad de agua en el suelo. La ET tiene consecuentemente carácter local, variable y es una magnitud difícil de medir.
Han sido desarrolladas muchas metodologías, procedimientos y ecuaciones para el cálculo de la evapotranspiración basadas en el balance hídrico y en la climatología. A día de hoy el más utilizado para estimar la ET de una cubierta vegetal, es el que se basa en la ecuación de Penman, modificada posteriormente por Monteih (Penmman-Monteith). Es una metodología combinada, basada en la medida de la radiación solar, la temperatura, la humedad relativa, el viento y el tipo de cubierta vegetal por medio de coeficientes de cultivo variables para cada especie. Para ello disponemos de estaciones meteorológicas ligadas directamente al sistema informático.
La comprobación directa de la humedad en la zona radicular por medio de sensores es la otra referencia importante. Nos proporcionan medidas del contenido de agua del suelo aún más precisas, así como otros parámetros relacionados con la salinidad y la temperatura.